Acompañar a tu hija o hijo adolescente

Claves para el bienestar emocional en la adolescencia

Se hace preguntas, cuestiona el mundo, se siente perdida, triste, no entendido, diferente y a la vez con necesidad de ser igual, de pertenecer, busca amigos, novios, novias, se enfada con papá o mamá, le cuesta aceptar las normas y los límites, hace de su habitación un castillo amurallado, pasa horas con el móvil pendiente de las redes sociales, no quiere nada contigo. Bienvenida/o a la adolescencia de tu hija, de tu hijo.

La adolescencia es una etapa muy significativa en el desarrollo de la persona que va transitando desde la niñez a la vida adulta. En ella construye su identidad, explora el mundo, emprende el camino del encuentro hacia un grupo de iguales, fuera de la unidad familiar y comienza a experimentar el ser miembro y partícipe de la comunidad.

¿Cómo podemos acompañar a nuestros chicos y chicas en esta nueva etapa, en esta aventura hacia la madurez?

  1. Aceptando el cambio. Somos seres en evolución. No nos quedamos fijados en una forma de ser, en gustos, aficiones, maneras de pensar o interpretar la realidad. La adolescencia es la etapa en donde más cambios significativos se producen en un corto periodo, relativamente, de tiempo. Estos cambios pueden traducirse en la imagen, en la forma de relacionarse con los demás, en la necesidad de pasar más tiempo fuera de casa o metido en la habitación, retirándose del contacto estrecho con la familia. Tengamos en cuenta que esta etapa es transitoria. El/la adolescente necesita separarse un poco de la unidad familiar para buscar su propia identidad y construir su ser adulto. Por ello es importante aceptarlo tal como es en el momento presente y aportarle…
  2. Seguridad y confianza. Seguridad de que pueden contar con su familia si os necesitan y seguridad en sentirse queridos, aun cuando puedan rebasar los límites y las normas. La confianza implica permitirles espacios de intimidad y libertad para salir, participar en actividades y encontrarse con sus amigos/as dentro de unos…
  3. Límites y normas de convivencia. La persona adulta en construcción que es este adolescente necesita saber que sus padres/madres o tutores legales, sus figuras principales de apego, están disponibles para él/ella. Dentro de un marco de confianza y libertad para explorar, necesita también contención, sostén y también normas y limites. Nos toca como educadores estar pendientes de sus movimientos y sus necesidades, negociando los límites (por ejemplo hora de llegada a casa el fin de semana, o reparto de tareas, o cuidado personal, recogida de habitación, horas de móvil o pantallas…). Esta negociación y esta fijación de límites puede ser algo pesada y enojosa. Quizás nos cueste más de una discusión. Sin embargo es una forma de cuidado. Cuidados hacia nosotros/as mismos como educadores y cuidado hacia la/el menor, que sigue necesitando nuestra guía, estructura y sostén.
  4. Transmitirles una visión positiva de la vida. La biofilia o sentimiento de entusiasmo por vivir, es fundamental para afrontar las crisis, los cambios y la búsqueda de la identidad. El/la joven adolescente necesita confiar en que la vida, por muy compleja que sea, es un lugar en donde puede encontrar apoyo y oportunidades, momentos para el disfrute, experiencias placenteras, encuentros con personas afines, y, lo que es muy importante, un sentido para ser, para estar, para vivir. Sin duda también la vida le brindará obstáculos y dificultades, momentos de crisis, pero estos periodos se pueden transitar, con nuestro acompañamiento amoroso, para convertirse en oportunidades de autoconocimiento, aprendizaje y madurez.
  5. Comprender. Una buena forma de comprender a otra persona es a través de la empatía, habilidad social que nos permite ponernos en el lugar del otro. En caso de nuestro hija/o adolescente podemos entenderle mejor si nos ponemos en contacto con el adolescente que fuimos. Recordar cómo éramos a su edad, qué hacíamos, qué era importante para nosotros, cuáles eran nuestras dificultades y frustraciones, qué necesitábamos… Aunque sin duda encontrarás algunas diferencias al hacer este ejercicio de remembranza, puede que te sorprendas al darte cuenta que en el fondo no es tan distinta tu adolescencia y la de tu hijo/a.
  6. Ofrecerles un modelo de comunicación asertiva. En esta etapa en la que entramos puede que nos encontremos con fricciones y conflictos en la convivencia y en los asuntos cotidianos. Para mantener una relación saludable es importante cuidar la comunicación, expresar cómo nos sentimos, saber gestionar los enfados, aprender a comunicar lo que necesitamos, y también expresar lo que nos molesta y lo que pedimos al otro. Encontrar momentos para la comunicación y para compartir tiempo de calidad e intimidad en familia es una forma de cuidar el vínculo parento-filial, además de desarrollar una buena educación emocional y aprender a gestionar emociones y conflictos. Cuanto antes incorporemos estas habilidades o competencias emocionales en el equipaje psico-afectivo de nuestro hijo/a antes le estaremos brindando recursos para la vida, para el bienestar, para construir relaciones saludables con su entorno.

¡Por último os deseo paciencia y confianza! ¡Mucho ánimo y ventura en este camino apasionante llamado adolescencia!

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