El jueves 29 de octubre ofrecemos una nueva edición de este taller monográfico dedicado al miedo en la infancia y destinado a madres, padres y educadores/as que quieran adquirir recursos creativos para ayudar a sus niñas y niños a superar y trascender sus miedos.
Hablaremos sobre el valor de los cuentos infantiles: cómo y qué tipo de cuentos podemos utilizar para gestionar los miedos, y ofreceremos algunas estrategias básicas para poderlas aplicar en la práctica con los niños/as.
Se acerca Halloween y parece que es obligado que nos gusten las historias de miedo y los monstruos. Sin embargo hay muchos niños que, lejos de parecerles atractivas las brujas y los fantasmas, siguen mirando debajo de su cama por la noche a ver si hay algo u alguien escondido.
El miedo muchas veces es irracional y camina por los raíles del tren de la fantasía, otras veces es tan real como el temor a que un virus nos enferme, a que alguien nos acose o a no cumplir las exigencias del sistema escolar o las expectativas de nuestros seres queridos . Todos estos miedos se pueden afrontar con luz y con amor, y sobre todo con el lenguaje simbólico de los cuentos y las historias, que, como un faro en el inconsciente y en la oscuridad, nos alumbran y nos muestran modelos a seguir.
Las plazas (por motivos de seguridad -Protocolo COVID-) son muy limitadas. Para más información e inscripciones entrar en el siguiente enlace:
Hace unos días una amiga me pidió que me quedara un par de horas con su niña de tres años, de nombre J. Durante la primera hora leímos cuentos, pintamos con ceras de colores y cantamos alguna canción que otra. Todo iba sobre ruedas: la niña pareció encontrarse y encontrarse con gusto, relajada en mi compañía, a pesar de que sus dos principales figuras de apego (papá y mamá) no se encontraron en casa.
Sin embargo, suele suceder con los niños/as que esta calma y tranquilidad, este sosiego, en un santiamén a causa de cualquier incidente mínimo puede irse por completo al traste, ya que las emociones son pasajeras y los estados de ánimo también . Si a esto añadimos que además de transitorias posee una cualidad contagiosa , puede que en un momento nos encontremos adultos y niños en el centro de una vorágine de emociones, desde el asombro que causa el impacto de un evento, al miedo o pánico del niño, el llanto incontenible, o bien el enfado y la frustración porque la necesidad de reparación a veces no puede ser cubierta inmediatamente.
En este caso con J. ocurrió que al ir al baño se propinó un pequeño golpe en la mano. Os transcribo la escena tal como sucedió a partir del percance:
─J. (Con tono un poco contrariado) ─¡Me he dado aquí! (Señalando su mano)
─Carmen ─A ver… (Inspeccionando la zona con atención y viendo que no tenía ninguna herida o hematoma) ─Esto no es “ná”. No ha pasado nada.
─J. (Con tono de voz más alto) ─¡Me dueleee!
─Carmen (sintiéndose ya un poco nerviosa y pensando que a ver si la niña se había hecho algo y no lo estaba viendo) ─Pues yo no veo nada, a ver ¿Dónde es, aquí? ─(Acariciándole la manita, intentando aparentar tranquilidad)
─J. (Gritando) ─Me dueleee. ¡Ponme vitaminas!
─Carmen (en modo pánico, pensando “¿qué quiere decir “vitaminas” y dónde está el botiquín?”) ─¡No pasa nada, mira, no te has hecho nada!
─J. (Con tono rozando ya la histeria) ─¡Vitaminas! ¡Ponme las vitaminas!
En este momento cuando ya pensaba “todo está perdido”, de repente esa intuición o sabiduría profunda que en ocasiones emerge cuando la mente lógica enmudece, me hizo reaccionar proclamando a gritos más fuertes que los suyos:
─¡Pataclín, pataclán, con mis poderes mágicos te curarás! ─Realicé un teatral gesto con los brazos sobre su manita “herida” y terminé la mini función con un discurso triunfal: ¡Ya estás curada!
La niña me miró totalmente pasmada. Antes de que pudiera reaccionar, le susurré a modo de revelación: “Es que yo tengo poderes mágicos, pero no se lo digas a nadie, es un secreto”. ¡Shisst!
J. replicó imitando el susurro ─¿Poderes mágicos?─ Enseguida entablamos una pequeña charla en voz muy baja, sobre los efectos de la magia ─¿A que ya no te duele? ─Le pregunté.
La niña cambió la expresión de su rostro que se fue iluminando paulatinamente, pasando del asombro a la alegría. Al final se lanzó a darme un efusivo abrazo.
─¡Ya no me duele! Carmen ¡Ya no me duele!
Las dos nos reímos mucho, descargando la tensión de los momentos previos. Al poco rato a ella se le había olvidado el incidente y pudimos pasar a otra cosa.
¿Qué había ocurrido aquí? Está claro que aunque el golpe en la mano había sido real, a nivel físico no había provocado consecuencias; sin embargo la niña había relacionado ese pequeño impacto y el dolor consecuente con una necesidad emocional de reparación, de contacto y de ser cuidada por la persona que en ese momento estaba a cargo de la situación: yo.
Si yo hubiera seguido en mis “trece” de convencer a la niña de que no pasaba nada, que no se había hecho nada, y que no había que buscar medicinas para curarla, seguramente la situación se hubiera complicado mucho más.
Aunque no podemos dar recetas universales y absolutas para este tipo de situaciones, ya que cada niño y niña es como un pequeño universo con sus propias reglas, sí que podemos inferir algunas enseñanzas básicas de esta experiencia:
1.- Acompañar las emociones de otra persona (ya sea adulta o niña) significa darlevalor y veracidad a su experiencia (lo entendamos nosotros desde nuestro punto de vista o no). En el caso de los niños puede ser que un dolor o un malestar, una queja o una incomodidad sean una llamada de atención. Y… ¿Para qué llamamos la atención los seres humanos? Para obtener atención. Obtener atención es conseguir que el otro nos mire, nos escuche, nos reconozca, sentir que al otro le importamos, en definitiva sentirnos cuidados, valiosos y amados.
2.- Las llamadas de atención son una manera de solicitar cariño ¿Cuánta atención necesitamos las personas, los niños y niñas concretamente, para sentirse queridos? Un profesor muy sabio que tuve de Psicoterapia Gestalt comentó un día en mi grupo que existen tres tipos de personas en el mundo:
A. Las personas que necesitan cariño.
B. Las personas que necesitan mucho cariño.
C. Las personas que necesitan cariño pero no saben que lo necesitan.
Esto quiere decir que el amor es una necesidad universal. Las niñas y niños necesitan el cariño que necesitan, lo cual se traduce en escucha, atención, cuidado y sostén. No significa sobreprotección del niño/a ni tampoco estar pendiente de cumplir todos sus deseos al momento, pues es una cualidad del amor el poner límites cuando es necesario para desarrollar poco a poco la tolerancia a la frustración.
3.- Las necesidades emocionales se cubren con inteligencia emocional, no con objetos, regalos o experiencias materiales. Dentro de las competencias emocionales básicas se encuentran las habilidades sociales y de comunicación: Saber escuchar; tener empatía (ponernos en el lugar del otro) y ser asertivos. La inteligencia emocional se encuentra estrechamente relacionada con la creatividad y el desarrollo del hemisferio derecho del cerebro que regula los procesos intuitivos.
4.- Tener empatía con el niño/a no significa contagiarnos de y confluir con su emoción, olvidándonos de nuestro centro y equilibrio, pues al final podemos acabar sintiendo su mismo enfado, tristeza, miedo o frustración. Desde estas emociones es muy difícil ver con claridad y acompañar con serenidad al otro. Cuando podemos conectar con una respuesta creativa ante una situación difícil es cuando estamos centrados/as en nosotros/as mismos, con la conciencia y confianza de que nosotros somos los adultos y vamos a encontrar la mejor solución posible.
5.- Utilizar el lenguaje metafórico, la imaginación y la fantasía es hablar en el “mismo idioma” que los niños/as. Muchas veces como adultos nos empeñamos en dar respuestas o explicaciones lógicas y racionales, con la esperanza de que nuestra niña o niño así va a comprender y a darle sentido a las vicisitudes cotidianas. Esto no es así. Los niños tienen necesidad de magia porque su cerebro aún no está preparado para las respuestas lógicas. La forma que nosotros tenemos de poder comunicarnos en ese lenguaje es recordar que una vez fuimos niños también, que esos niños que fuimos aún permanecen como parte esencial de quienes somos, dentro de nosotros. Contactar con nuestros niños interiores es la puerta más directa a la fantasía, la imaginación y la cercanía emocional con nuestros pequeños/as de hoy.
Cuarenta y un años después de la publicación de “La historia interminable” por el escritor alemán Michael Ende, la realidad de la que parte el libro no puede estar más vigente en la actualidad. En efecto, Bastian, el protagonista, es un chico de once años que lleva una vida solitaria por la falta de comunicación con su padre, a raíz de la pérdida de su madre; no parece tener amigos, y además es víctima de acoso escolar. El personaje descrito en el libro, mucho más que en la película que se estrenó años después, es un niño tímido, vulnerable, con tendencia al aislamiento y con bastante miedo al mundo.
Esta novela, que para mí y para muchos, es una obra de arte de la literatura infantil y juvenil, nos habla de manera metafórica de los procesos de transformación de las personas; del viaje iniciático del ser humano que emprende un camino y tras ir enfrentándose a pruebas y superarlas, va adquiriendo conocimiento, fortaleza, seguridad y autoestima.
El mayor valor, sin embargo, que para mí posee este libro, es el de mostrar a un niño protagonista que es en apariencia débil, poco agraciado, y que sufre la persecución de unos acosadores que son sus iguales, algo que actualmente por desgracia está a la orden del día en nuestros centros de Educación Primaria y Secundaria. La chica o el chico que se acerque a este libro y lea las aventuras y desventuras de su protagonista, y además se encuentre transitando por una etapa semejante a la suya, podrá alumbrar la esperanza de que las circunstancias de la vida pueden cambiar, de que ella o él tienen la posibilidad de transformarse, al igual que Bastian, y resolver sus conflictos o dificultades, recuperando la autoestima, la seguridad, la confianza y la valentía para afrontar los problemas.
El valor terapéutico de los cuentos y de las historias estriba en que los lectores, grandes o pequeños, se identifican con los personajes, sobre todo con los protagonistas, con los héroes y heroínas, al igual que Bastian mientras leía escondido en el desván se identificó con Atreyu, el niño guerrero de piel verde, a quien la Emperatriz Infantil encargó la misión de salvar a Fantasía de la inexorable Nada.
Si Atreyu puede salvar a su mundo de la Nada que parece estar destruyendo el país de Fantasía, Bastian también podrá salvar su pequeño mundo del vacío que supone la ausencia de su madre, y la ausencia de un padre que también transita el duelo. Si Atreyu puede encontrar amigos en el camino que le ayudan a vencer las dificultades, Bastian también los puede encontrar, quizás aprendiendo a acercarse a los demás y a pedir ayuda.
De este modo Atreyu le sirve a Bastian de modelo a seguir, al darse cuenta que el héroe continúa con la misión encomendada a pesar de perder a su mejor amigo en el Pantano de la Tristeza, a pesar de que parece que la solución está muy lejos, y a pesar de que la Nada avanza sin remisión.
Al igual que Bastian se transforma integrando y asimilando las cualidades de Atreyu, el niño o la niña que lee “La historia interminable” se acaba identificando con Bastian, el verdadero héroe y protagonista, quien salva finalmente a Fantasía y a sí mismo de la falta de sentido, del dolor y de la ausencia.
Está claro que no hay recetas únicas cuando se trata de apoyar a una niña o a un niño que pasa por un duelo, es víctima de acoso, sufre inseguridad, o baja autoestima. Las historias de por sí no son varitas mágicas que resuelven todos los problemas, pero sí pueden aportar montañas de granitos mágicos: confianza, ilusión, alegría, comprensión de los problemas desde otros puntos de vista, y esperanza de que “yo” puedo ser igual que este personaje del libro, que ha resuelto sus dificultades y ahora vuela alto y seguro por el mundo.
Estos días atrás he leído en la prensa que el Ateneo de Sevilla tiene de plazo hasta octubre para decidir si sale la cabalgata de Reyes Magos en enero, a causa de las medidas de seguridad por el COVID. Después de todas las ferias y fiestas suspendidas desde el inicio del estado de alarma, podemos pensar que ésta es una más y que es lo mejor para prevenir contagios y cuidarnos todos/as. Sin embargo, a mí se me encoge el corazón pues la fiesta de Reyes Magos es, en el año, de las más entrañables para miles de niños y niñas en nuestro país.
Cierro los ojos un momento para evocar cómo me sentía yo cuando era pequeña los días previos y el mismo día de la Cabalgata, pensando que venían los Reyes y que entrarían a casa a dejarme regalos. Todavía recuerdo la ilusión, los nervios y la alegría incontenible de aquellos días de Navidad. Sin embargo, aunque el tema de los juguetes o de si realmente me traerían lo que había pedido ocupaba gran parte de mis pensamientos, lo que de verdad me cautivaba era la MAGIA… La magia de que unas personas fueran durante una sola noche por todos los hogares del mundo dejando regalos a los niños. Era impresionante que algo así ocurriese. La vida se llenaba de color y fantasía y mi imaginación volaba muy, pero que muy alto.
Hay personas que piensan que a los niños hay que decirles la verdad y toda la verdad de la vida, con lógica y razonamiento; así no se llevarán decepciones, así no les mentimos. Sin embargo, como explica magistralmente el psicólogo y psiquiatra infantil Bruno Bettelheim: “Las explicaciones realistas son, a menudo, incomprensibles para los niños, ya que éstos carecen del pensamiento abstracto necesario para captar su sentido. Los adultos están convencidos de que, al dar respuestas científicamente correctas, clarifican las cosas para el niño. Sin embargo ocurre lo contrario: explicaciones semejantes confunden al pequeño, le hacen sentirse abrumado e intelectualmente derrotado”.
Este párrafo pertenece al capítulo “El niño tiene necesidad de magia” perteneciente al libro “Psicoanálisis de los cuentos de hadas” del citado autor. Sí, no puedo estar más de acuerdo: Desde luego que el niño/a tiene necesidad de magia, y hoy más que nunca. Podemos transmitírsela si también nosotros, los adultos, conectamos con ella, pues existe una dimensión mágica de la vida, a la que todos/as podemos tener acceso a través del juego, el arte, la creatividad, la capacidad de imaginar, y la percepción sensorial.
Las niñas y niños tienen un acceso más inmediato y directo a esa dimensión, pues no están contaminados por las creencias, prejuicios y preocupaciones acerca del futuro, como nos ocurre a los adultos/as. En la etapa infantil los seres humanos utilizamos mucho más el hemisferio derecho del cerebro (relacionado con la imaginación, la fantasía, la creatividad y los procesos intuitivos) y en consecuencia vivimos más conectados con la magia. Esta conexión forma parte de los fenómenos que se producen en la zona intermedia de experimentación entre la zona interna y la externa de la psique humana. En dicha zona es donde se despliega el juego, la fantasía, y la capacidad de soñar y crear. En ella, los niños y niñas experimentan, y van llevando a cabo aproximaciones a la realidad, aprendiendo a tolerar la frustración y a adaptarse al mundo.
Volviendo al tema que nos ocupa, la fiesta de Reyes Magos no es significativa para los niños y niñas por el número o calidad de los regalos o juguetes que les “caen del cielo”. Este día es importante para ellos porque directamente está relacionado con la magia, con la ilusión y con la fantasía, nutrientes básicos para el desarrollo y la salud infantil.
Este año seguramente nos va a tocar explicar a las niñas/os por qué no tendremos cabalgata, por qué no podremos ir a recibir a los Reyes que vienen de Oriente como otros años. Invito a los adultos/as, a los maestros, educadores, padres y madres, a desplegar su capacidad inventiva para encontrar una explicación hermosa con final feliz, a través de algún cuento o historia. Invito a no transmitir miedo, sino amor, confianza y seguridad. Nuestros niños y niñas necesitan magia: ilusión y fantasía. Me atrevo a decir que los adultos/as también, pues solo con dosis de imaginación y creatividad, se pueden producir destellos de comprensión, y encontrar soluciones y caminos nuevos en las crisis. Este es el desafío que nos ocupa. Mucho ánimo a todas y todos.
Cómo trabajar con menores en el aula, sin contacto físico.
Con el inicio del curso escolar, muchas madres, padres, educadores/as y personas que trabajamos con menores, nos estamos enfrentando este año a una realidad muy diferente a la que estábamos acostumbradas.
Hoy más que nunca necesitamos saber acompañar a nuestras niñas y niños en toda la amalgama de sentimientos y emociones encontradas que supone la vuelta a las aulas, en un escenario que nos enfrenta a todas/os a la incertidumbre, la inseguridad y el miedo al contagio.
Las nuevas normas que nos dictan las autoridades sanitarias acerca del uso de mascarillas y el mantenimiento de la distancia de seguridad, a veces pueden complicar mucho la tarea de maestros/as y educadores que además de cumplir con su función docente de transmisión de conocimientos, deben velar por la salud y seguridad de sus alumnos, transmitiéndoles una sensación de seguridad y confianza.
Es muy difícil centrarse en la tarea cuando estamos en el miedo, cuando nos sentimos tensas/os o agobiadas. Es realmente complicado transmitir serenidad a los niños cuando estamos nerviosas o vivimos el día a día con preocupación.
¿Cómo podemos afrontar esta nueva realidad que nos ha tocado vivir en el entorno escolar? Quizás hoy más que nunca se hace perentorio incorporar competencias emocionales y desarrollar nuestra inteligencia emocional en aras a la salud y al desarrollo integral de nuestras niñas y niños.
En tiempos de crisis y cambio sin duda nuestra capacidad de adaptación, flexibilidad y creatividad se ven puestas a prueba. A través de ellas podremos afrontar la nueva situación de una manera más constructiva, llegando a encontrar nuevos caminos y soluciones. Os ofrezco una serie de reflexiones o pautas que podemos tener en cuenta para afrontar el día a día con nuestras niñas y niños en este nuevo escenario:
1. Tomar conciencia de que todo pasa. Vivimos en un mundo cambiante, en un planeta que rota sobre sí mismo y alrededor del sol, continuamente en movimiento. Aunque ésta nos parezca una realidad alejada de nuestra vida cotidiana, lo cierto es que formamos parte de ella. Al igual que el planeta y todas sus formas de vida, los seres humanos somos cambiantes, perecederos y existimos en continua transformación (física, mental y emocional). Ser conscientes de ello nos puede ayudar a sobrellevar esta crisis, porque todo pasa, nada es para siempre, todo cambia y evoluciona. Esto es lo primero para poder vivir con más paz y serenidad, y en consecuencia poder transmitírsela a nuestros niños y niñas.
2. Las niñas y niños poseen muchos más recursos adaptativos que nosotros, los adultos/as. Una amiga me contó en cierta ocasión cómo fue el proceso de decirle a su hijo que tenía una nueva pareja y que en poco tiempo iría a vivir con ellos. Por la mente de esta mujer desfilaron todo tipo de miedos y dudas acerca de la reacción del niño (si estaría de acuerdo, si le caería en gracia la nueva pareja, cómo sería la convivencia…) Cuando llegó el día, su hijo le respondió que ya sabía que esa persona era un nuevo novio, y únicamente le preguntó si cabrían bien los tres en el pequeño piso donde vivían, y si seguiría teniendo una habitación para él solo.
3. ¿Transmitimos amor y confianza ó miedo? La anécdota que os he relatado también nos habla de cómo a veces proyectamos en nuestros niños y niñas, miedos e inseguridades que ellos en realidad no tienen. Vivimos actualmente una situación extraordinaria, con una pandemia mundial, que a todos nos toca y afecta de una manera u otra, enfrentándonos a miedos racionales e irracionales. Sin embargo estos miedos son sólo nuestros.Está en nuestra mano elegir si se los transmitimos a los niños/as. Una niña hace unos días salió en televisión diciendo que “la mascarilla era incómoda pero que era mejor eso que morirse” Me pregunto si es necesario transmitir a los niños tanto miedo (que REPITO: el miedo es nuestro, porque a la niña no parecía darle tanto miedo el hecho de morir. Para entender el significado de la muerte hacen falta más años…) Es nuestra responsabilidad asegurarnos que ellos viven tranquilos/as, en paz, sin miedo, porque nosotros, los adultos/as, estamos haciendo todo lo posible para solucionar las cosas.
4. Las niñas/niños sólo tienen que seguir siéndolo. Ser niño o ser niña significa poder jugar, reír, relacionarse con confianza y alegría, no tener que comprender todo lo que ocurre desde un punto de vista lógico o racional, y poder volar sobre las alas de la fantasía y la imaginación, a través de las historias, de los juegos y de la creatividad. Salvaguardar estos derechos de los niños/as es también protegerles, es también protegernos como sociedad.
5. Seguir siendo niños/as con seguridad. Llegados a este punto es lícito preguntarse cómo conjugar estos dos aspectos o necesidades: que el niño, la niña, sigan siendo niños y vivan sin miedo, con confianza, y la necesidad de que vivan protegidos en estos tiempos de pandemia. ¿Cómo conseguir por ejemplo que los niños y niñas cumplan las medidas de seguridad (distancia social, mascarillas) sin imponérselas desde el miedo? En estos días me ha llegado la demanda de una maestra de Educación Primaria acerca de la necesidad de contar con dinámicas o actividades en las que los niños y niñas no tengan que mantener contacto físico: ni contacto entre ellos ni con objetos que puedan tocar todos. Se me ocurren algunas ideas que iré desarrollando y compartiendo con vosotros/as. Ahora más que nunca impera la necesidad de poner toda nuestra capacidad creativa a trabajar para encontrar nuevas formas y caminos. Os lanzo algunas ideas, que espero os sirvan e inspiren en vuestra labor:
Llevar a cabo actividades de exploración sensorial con otros sentidos distintos al tacto (vista, oído y olfato principalmente).
Utilizar juegos para crear historias o jugar con palabras.
Probar con dinámicas de expresión corporal y movimientosin tocarse (juegos de repetición de gestos corporales en grupo)
Crear ritmos o sonidos en grupo, utilizando la voz o distintas partes del cuerpo.
Escuchar música y/o las canciones favoritas de cada niña/o y pintar de manera individual lo que sugiere a cada uno/a.
Entrenar a los niños y niñas en técnicas de visualización, silencio y meditación.
Proponer juegos de improvisación teatral y mímica sin tocarse.
Utilizar técnicas de risoterapia.
Crear un collage formado por dibujos individuales y dejarlo colgado en algún lugar en el aula a la vista de todos. El mensaje que transmitimos con dinámicas de este tipo es: Aunque no podamos tocarnos como antes, seguimos siendo un grupo.
Éstas son solo algunas ideas. Os animo a crear y poner a rodar toda vuestra capacidad inventiva. Más que nunca nuestros niños y niñas requieren de nosotros/as que contactemos con nuestros niños interiores, para recuperar la confianza, la alegría y la magia, para dejar de vivir con tanto miedo y vibrar más en el amor. Lo vamos a conseguir. ¡Ánimo a todas y todos!
Vivimos tiempos de cambio. Ha llegado el momento de mirar a lo que de verdad importa. Nuestras niñas y niños merecen vivir en un mundo más amable, más conectado a la belleza, a la luz, a los sentimientos. Merecen que les enseñemos el valor de las emociones, la riqueza de ser emocionales, además de racionales. A través de nuestros sentidos podemos percibir el mundo no sólo a través de nuestras creencias, pensamientos y análisis de lo correcto o incorrecto, de lo útil o de lo innecesario. Podemos aprender a percibir la realidad poniendo atención en lo que sentimos. Las emociones nos abren todo un universo de posibilidades. Nos ayudan a relacionarnos con nosotras mismas y con los demás, si aprendemos a no juzgarlas, si aprendemos a observar y tomar un poco de distancia. Las emociones son valiosas y a la vez son pasajeras, transitorias, como todo en el mundo lo es. Aprender educación emocional es adquirir conocimiento de quiénes somos, adquirir destrezas para relacionarnos mejor con nosotras mismas y con los demás, para poder vivir una vida más plena, más feliz y más abundante.
La verdadera abundancia se mide en cuánta paz y serenidad sientes en tu día a día, cuánta belleza puedes percibir en lo que te rodea; cuánto amor tienes para dar y cuánto amor te permites recibir.
Para enseñar educación emocional a nuestras niñas y niños, primero tenemos que aprender los adultos/as. Quizás nunca nos enseñaron, o quizás solo un poco, o quizás nada de nada. En cualquier caso, si estás aquí, éste es el mejor momento para empezar a aprender o para continuar en el camino.
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