Formar parte, pertenecer, sentir que soy una más de entre un grupo de iguales, es una necesidad básica del ser humano. En la relación con otros me puedo ver como si me asomara a un espejo. Ver mi seguridad y mis certezas, también mis miedos y vulnerabilidad. Navegar en la incertidumbre y en el flujo de la vida es más fácil cuando voy acompañada.
Posiblemente la humanidad no haya vivido nunca un momento histórico en donde coexistan tantas paradojas. La mayor de ellas, a mi manera de ver, es cómo disponemos en teoría de tanta facilidad y posibilidades para conectar con los demás y comunicarnos (a nivel de transportes y tecnología), y a la vez cómo el individualismo, la tendencia a quedarnos en la zona de confort, y la falta a veces de compromiso y de autenticidad en las relaciones, nos conduce a la soledad y al aislamiento. La razón de fondo es el miedo.
¿Miedo a qué? Miedo a mostrarnos como somos, no sea que no gustemos. Miedo a comprometernos en una relación, no sea que nos fallen o que fallemos. Miedo a pedir lo que necesitamos no sea que no lo recibamos. Miedo a mostrar mi enfado no sea que el otro me muestre el suyo y se rompa la relación. Miedo a perder el control o a tener que negociar, o a afrontar un conflicto.
Demasiado miedo a veces ¿no es verdad? ¿Y qué hay detrás? ¿Cuál es el miedo mayor de la mayoría en esta “sociedad del bienestar”? El miedo mayor es sentir y tener que sostener el dolor propio o ajeno. Y lo que ocurre es que para no sentir dolor nos acorazamos y entonces ni sentimos dolor ni sentimos placer ni sentimos nada. Nos contamos a veces que no necesitamos nada, ni a nadie. Y en el colmo del absurdo podemos llegar a lo que está ocurriendo en otras sociedades en donde cada vez hay más personas que únicamente se relacionan con otras (a nivel afectivo o sexual) a través de la pantalla de un ordenador. En esta situación desde luego no ha ayudado nada, más bien al contrario, la complejidad de situaciones que hemos vivido y seguimos viviendo, a causa de la pandemia.
¿Qué podemos hacer? Os pregunto ¿qué pensáis? Mi opinión es que, ya que estamos aquí, no nos queda otra que intentar vivir. No sobrevivir. VIVIR.
Vivir, para un ser humano, es, estar en la vida en contacto, en relación consigo mismo y con los demás, afrontando el riesgo del dolor.
Os animo a buscar lugares y espacios en donde encontraros con iguales, en donde formar parte de… sea sinónimo de intimidad, respeto, confianza, escucha y creación colectiva (creación en sentido amplio, pues no hay mayor creación que la de la propia vida).
Para ello pongo mi granito de arena. Este año me comprometo con las mujeres en formar grupos en donde podamos trabajar temas que nos preocupen o que nos ocupen. Trabajaremos desde la fuerza que da el FORMAR PARTE.
Toda la info en el siguiente enlace:
https://forms.gle/saq9eLgz72fB5cYL6