Cuarenta y un años después de la publicación de “La historia interminable” por el escritor alemán Michael Ende, la realidad de la que parte el libro no puede estar más vigente en la actualidad. En efecto, Bastian, el protagonista, es un chico de once años que lleva una vida solitaria por la falta de comunicación con su padre, a raíz de la pérdida de su madre; no parece tener amigos, y además es víctima de acoso escolar. El personaje descrito en el libro, mucho más que en la película que se estrenó años después, es un niño tímido, vulnerable, con tendencia al aislamiento y con bastante miedo al mundo.
Esta novela, que para mí y para muchos, es una obra de arte de la literatura infantil y juvenil, nos habla de manera metafórica de los procesos de transformación de las personas; del viaje iniciático del ser humano que emprende un camino y tras ir enfrentándose a pruebas y superarlas, va adquiriendo conocimiento, fortaleza, seguridad y autoestima.
El mayor valor, sin embargo, que para mí posee este libro, es el de mostrar a un niño protagonista que es en apariencia débil, poco agraciado, y que sufre la persecución de unos acosadores que son sus iguales, algo que actualmente por desgracia está a la orden del día en nuestros centros de Educación Primaria y Secundaria. La chica o el chico que se acerque a este libro y lea las aventuras y desventuras de su protagonista, y además se encuentre transitando por una etapa semejante a la suya, podrá alumbrar la esperanza de que las circunstancias de la vida pueden cambiar, de que ella o él tienen la posibilidad de transformarse, al igual que Bastian, y resolver sus conflictos o dificultades, recuperando la autoestima, la seguridad, la confianza y la valentía para afrontar los problemas.
El valor terapéutico de los cuentos y de las historias estriba en que los lectores, grandes o pequeños, se identifican con los personajes, sobre todo con los protagonistas, con los héroes y heroínas, al igual que Bastian mientras leía escondido en el desván se identificó con Atreyu, el niño guerrero de piel verde, a quien la Emperatriz Infantil encargó la misión de salvar a Fantasía de la inexorable Nada.
Si Atreyu puede salvar a su mundo de la Nada que parece estar destruyendo el país de Fantasía, Bastian también podrá salvar su pequeño mundo del vacío que supone la ausencia de su madre, y la ausencia de un padre que también transita el duelo. Si Atreyu puede encontrar amigos en el camino que le ayudan a vencer las dificultades, Bastian también los puede encontrar, quizás aprendiendo a acercarse a los demás y a pedir ayuda.
De este modo Atreyu le sirve a Bastian de modelo a seguir, al darse cuenta que el héroe continúa con la misión encomendada a pesar de perder a su mejor amigo en el Pantano de la Tristeza, a pesar de que parece que la solución está muy lejos, y a pesar de que la Nada avanza sin remisión.
Al igual que Bastian se transforma integrando y asimilando las cualidades de Atreyu, el niño o la niña que lee “La historia interminable” se acaba identificando con Bastian, el verdadero héroe y protagonista, quien salva finalmente a Fantasía y a sí mismo de la falta de sentido, del dolor y de la ausencia.
Está claro que no hay recetas únicas cuando se trata de apoyar a una niña o a un niño que pasa por un duelo, es víctima de acoso, sufre inseguridad, o baja autoestima. Las historias de por sí no son varitas mágicas que resuelven todos los problemas, pero sí pueden aportar montañas de granitos mágicos: confianza, ilusión, alegría, comprensión de los problemas desde otros puntos de vista, y esperanza de que “yo” puedo ser igual que este personaje del libro, que ha resuelto sus dificultades y ahora vuela alto y seguro por el mundo.